The Open Championship es un
torneo distinto al resto. Carece de la parafernalia, por otro lado totalmente
merecida del Masters, de la dificultad del Open USA, y del dinamismo del PGA.
Pero este evento transforma a los profesionales de este deporte. En un juego
donde las tradiciones y el honor son parte integrante del mismo y hacerlo en la cuna del golf provoca que cada
año por estas fechas disfrutemos de un gran espectáculo.
El Open del año pasado, con el
enfrentamiento épico entre Stensson y
Mickelson, dejaba el listón muy alto al 146º Open Championship. Pero Royal
Birkdale y los profesionales que se atrevieron a adentrarse en sus dominios no
defraudaron.
Después de una primera jornada donde
39 jugadores acabaron por debajo del par, tres norteamericanos se situaron en
cabeza con -5, y uno de ellos ya no iba abandonar ese privilegio hasta hacerse
con la jarra de clarete…. pero no fue fácil.
Royal Birkdale mostró toda su
furia durante la segunda jornada. El viento apareció y los links de este maravilloso
paraje hicieron el resto. Muchos jugadores se vieron
superados por la hostilidad en forma de viento y lluvia desesperando y acabando
con las posibilidades de muchos que se atrevieron a plantarle cara. Solo ocho consiguieron acabar esa segunda jornada por debajo del par,
comandados por un genial Zach Johnson que con 66 golpes volvió a demostrar que
los links no tienen secretos para él. El ganador del Open en 2015 en Saint
Andrews dio una lección de cómo jugar en condiciones adversas y de que no hace
falta nacer en las islas Británicas para entender esos campos.
Entre los ocho jugadores que le
ganaron al campo en la jornada del viernes se encontraba Jordan Spieth. El
tejano se quedaba líder en solitario, y
empezaba una odisea mágica por un campo que de reojo vigilaba a un chico rubio
con entradas y de andar poco ortodoxo al
que las dificultades que Birkdale le iba a plantear le iban a hacer llegar a un
nivel de juego que desde la dictadura de Tiger Woods no volvíamos a presenciar.
Durante el moving day se hizo
honor al nombre que por tradición se conoce a las 3as jornadas. Los
organizadores y el tiempo dieron una tregua a los supervivientes del día
anterior y se les ofreció un terreno de juego propicio para hacer resultados
bajos. Dicha situación la aprovechó un pequeño jugador sudafricano. Branden
Grace se tomó al pie de la letra lo del movimiento e hizo historia con un
resultado histórico de 62 golpes, marca que nunca se había conseguido en
cualquiera de los 4 majors a lo largo de la historia. Un majestuoso aperitivo
para lo que todavía estaba por llegar.
El último
día en un major es algo especial y más si tienes el privilegio de que mencionen
tu nombre en el partido estelar ante un público que rinde un merecido homenaje
desde el tee del hoyo 1 hasta el paseo de llegada al hoyo 18.
La última pareja que iba a salir
desde el 1 iban a ser un silencioso pero no por ello menos favorito Matt
Kutchar que sin hacer grandes alardes y con una regularidad propia de este
magnifico jugador de la eterna sonrisa había conseguido colarse en el partido
principal; y un Jordan Spieth que
durante los tres primeros días había sido el perfecto candidato a llevarse el
triunfo con gran autoridad. Spieth partía con 3 golpes de ventaja y con un
juego solido que le apuntaban como gran favorito… Pero es el Open Championship,
y como ya saben Adam Scott y el malogrado Van de Velde, entre otros, nada está
ganado en Escocia hasta que te brindan la ovación final.
Y Jordan empezó a sucumbir a
Birkdale. 3 bogeys en los 4 primeros hoyos hicieron aparecer los fantasmas de Augusta 2016, donde a Spieth se le “cayó” una chaqueta verde en el obstáculo de
agua del hoyo 12. Kutchar volvía a coliderar el Open, como ya hiciera 3 días
antes.
Vigilándose uno a otro y con
Jordan Spieth incomodo, estaban siendo acechados de cerca por Haotong Li, Rory
y un gran Cabrera-Bello en estado de gracia.
Y llegaron al hoyo 13, un
monstruoso par4 de 499 yardas que estaba siendo el tercer hoyo más complicado del campo. Los dos
americanos estaban empatados. Tenía el honor de salir desde el tee Kutchar. El
objetivo era encontrar calle, y éste lo hizo. Sin embargo Spieth nada más
soltar el drive realizó un slice digno de cualquier jugador amateur que
entendemos ese tipo de golpes como propios y llevándose las manos a la cabeza
gritó al público desesperado por advertir de la llegada de su fatídica bola. Su
Titleist se perdía entra las lomas y matojos de los links para hacer de un
segundo golpe una labor imposible. Se decantó por dropar con penalidad.
Retrasando la posición en línea a la bandera, el dropaje llegaba hasta la zona
de los camiones, a orillas del campo de prácticas. Los árbitros indicaban
constantemente a Jordan cuales eran las opciones y éste sabiendo lo que se
jugaba insistió en aliviarse en el campo de prácticas. Los árbitros no pudieron
negarse ya que, aunque por regla general no se puede jugar desde este terreno,
esta circunstancia no estaba contemplada en el Royal Birkdale. Después de 20
minutos de conversaciones con los árbitros, Spieth lanzó su tercer tiro quedándose
corto de green, pero en situación de poder salvar el bogey, algo que minutos
antes hubiera parecido un milagro. Y a fe que lo hizo. Después de un gran
approach, se dejó un putt de 2,5 metros para anotar el 5 en su tarjeta. Y no
falló. Este hoyo que empezó siendo un calvario para el tejano, se convirtió en
el punto de inflexión de un jugador que salió al tee del 14 con otra
mentalidad. Volvía a mostrar aquel rostro con el que se paseó por Augusta,
Chambers Bay y Saint Andrews (un segundo puesto que bien podía haber sido 1º)
en 2015, y que de forma trágica difuminó en una mirada oscura y pérdida en el
siempre sorprendente y muchas veces fatídico hoyo 12 de Augusta National. (enlace de los golpes de Jordan en el hoyo 13)
Lo que vino a continuación ya es
historia viva del golf
Su salida del 14 fue colosal,
rozando en hoyo en 1. En el 15 consiguió un Eagle estratosférico desde 16,5metros.
En el 16 un putt para birdie desde 7,5 metros. Y el 17 tampoco iba a escapársele.
Birdie que dejaba sentenciado el open y nos mostraba a este transformado
jugador americano que durante el caminar de un espacio comprendido entre 6
calles de golf brillo la magia del deporte más hermoso del mundo, un deporte
que como comentó en su día el gran Arnold Pamer y que incluyo en el subtítulo
de este blog que empiezo a escribir hoy, “el golf es a la vez gratificante y
exasperante, y es sin duda el juego más grande que la humanidad ha inventado jamas”