martes, 25 de julio de 2017

THE 146th OPEN CHAMPIONSHIP

The Open Championship es un torneo distinto al resto. Carece de la parafernalia, por otro lado totalmente merecida del Masters, de la dificultad del Open USA, y del dinamismo del PGA. Pero este evento transforma a los profesionales de este deporte. En un juego donde las tradiciones y el honor son parte integrante del mismo y  hacerlo en la cuna del golf provoca que cada año por estas fechas disfrutemos de un gran espectáculo.
El Open del año pasado, con el enfrentamiento épico  entre Stensson y Mickelson, dejaba el listón muy alto al 146º Open Championship. Pero Royal Birkdale y los profesionales que se atrevieron a adentrarse en sus dominios no defraudaron.
Después de una primera jornada donde 39 jugadores acabaron por debajo del par, tres norteamericanos se situaron en cabeza con -5, y uno de ellos ya no iba abandonar ese privilegio hasta hacerse con la jarra de clarete…. pero no fue fácil.
Royal Birkdale mostró toda su furia durante la segunda jornada. El viento apareció y los links de este maravilloso paraje hicieron el resto. Muchos jugadores se vieron superados por la hostilidad en forma de viento y lluvia desesperando y acabando con las posibilidades de muchos que se atrevieron a plantarle cara. Solo ocho  consiguieron acabar esa segunda jornada por debajo del par, comandados por un genial Zach Johnson que con 66 golpes volvió a demostrar que los links no tienen secretos para él. El ganador del Open en 2015 en Saint Andrews dio una lección de cómo jugar en condiciones adversas y de que no hace falta nacer en las islas Británicas para entender esos campos.
Entre los ocho jugadores que le ganaron al campo en la jornada del viernes se encontraba Jordan Spieth. El tejano  se quedaba líder en solitario, y empezaba una odisea mágica por un campo que de reojo vigilaba a un chico rubio con entradas  y de andar poco ortodoxo al que las dificultades que Birkdale le iba a plantear le iban a hacer llegar a un nivel de juego que desde la dictadura de Tiger Woods no volvíamos a presenciar.
Durante el moving day se hizo honor al nombre que por tradición se conoce a las 3as jornadas. Los organizadores y el tiempo dieron una tregua a los supervivientes del día anterior y se les ofreció un terreno de juego propicio para hacer resultados bajos. Dicha situación la aprovechó un pequeño jugador sudafricano. Branden Grace se tomó al pie de la letra lo del movimiento e hizo historia con un resultado histórico de 62 golpes, marca que nunca se había conseguido en cualquiera de los 4 majors a lo largo de la historia. Un majestuoso aperitivo para lo que todavía estaba por llegar.
El último día en un major es algo especial y más si tienes el privilegio de que mencionen tu nombre en el partido estelar ante un público que rinde un merecido homenaje desde el tee del hoyo 1 hasta el paseo de llegada al hoyo 18.
La última pareja que iba a salir desde el 1 iban a ser un silencioso pero no por ello menos favorito Matt Kutchar que sin hacer grandes alardes y con una regularidad propia de este magnifico jugador de la eterna sonrisa había conseguido colarse en el partido principal;  y un Jordan Spieth que durante los tres primeros días había sido el perfecto candidato a llevarse el triunfo con gran autoridad. Spieth partía con 3 golpes de ventaja y con un juego solido que le apuntaban como gran favorito… Pero es el Open Championship, y como ya saben Adam Scott y el malogrado Van de Velde, entre otros, nada está ganado en Escocia hasta que te brindan la ovación final.
Y Jordan empezó a sucumbir a Birkdale. 3 bogeys en los 4 primeros hoyos hicieron aparecer los fantasmas de Augusta 2016, donde a Spieth se le “cayó” una chaqueta verde en el obstáculo de agua del hoyo 12. Kutchar volvía a coliderar el Open, como ya hiciera 3 días antes.
Vigilándose uno a otro y con Jordan Spieth incomodo, estaban siendo acechados de cerca por Haotong Li, Rory y un gran Cabrera-Bello en estado de gracia.
Y llegaron al hoyo 13, un monstruoso par4 de 499 yardas que estaba siendo el  tercer hoyo más complicado del campo. Los dos americanos estaban empatados. Tenía el honor de salir desde el tee Kutchar. El objetivo era encontrar calle, y éste lo hizo. Sin embargo Spieth nada más soltar el drive realizó un slice digno de cualquier jugador amateur que entendemos ese tipo de golpes como propios y llevándose las manos a la cabeza gritó al público desesperado por advertir de la llegada de su fatídica bola. Su Titleist se perdía entra las lomas y matojos de los links para hacer de un segundo golpe una labor imposible. Se decantó por dropar con penalidad. Retrasando la posición en línea a la bandera, el dropaje llegaba hasta la zona de los camiones, a orillas del campo de prácticas. Los árbitros indicaban constantemente a Jordan cuales eran las opciones y éste sabiendo lo que se jugaba insistió en aliviarse en el campo de prácticas. Los árbitros no pudieron negarse ya que, aunque por regla general no se puede jugar desde este terreno, esta circunstancia no estaba contemplada en el Royal Birkdale. Después de 20 minutos de conversaciones con los árbitros, Spieth lanzó su tercer tiro quedándose corto de green, pero en situación de poder salvar el bogey, algo que minutos antes hubiera parecido un milagro. Y a fe que lo hizo. Después de un gran approach, se dejó un putt de 2,5 metros para anotar el 5 en su tarjeta. Y no falló. Este hoyo que empezó siendo un calvario para el tejano, se convirtió en el punto de inflexión de un jugador que salió al tee del 14 con otra mentalidad. Volvía a mostrar aquel rostro con el que se paseó por Augusta, Chambers Bay y Saint Andrews (un segundo puesto que bien podía haber sido 1º) en 2015, y que de forma trágica difuminó en una mirada oscura y pérdida en el siempre sorprendente y muchas veces fatídico hoyo 12 de Augusta National. (enlace de los golpes de Jordan en el hoyo 13)
Lo que vino a continuación ya es historia viva del golf
Su salida del 14 fue colosal, rozando en hoyo en 1. En el 15 consiguió un Eagle estratosférico desde 16,5metros. En el 16 un putt para birdie desde 7,5 metros. Y el 17 tampoco iba a escapársele. Birdie que dejaba sentenciado el open y nos mostraba a este transformado jugador americano que durante el caminar de un espacio comprendido entre 6 calles de golf brillo la magia del deporte más hermoso del mundo, un deporte que como comentó en su día el gran Arnold Pamer y que incluyo en el subtítulo de este blog que empiezo a escribir hoy, “el golf es a la vez gratificante y exasperante, y es sin duda el juego más grande que la humanidad ha inventado jamas”